miércoles, 2 de julio de 2008

Un poco de historia

Por Benito Cabrera Hernández
Extraído de "Los Símbolos de la Identidad Canaria"
Centro de la Cultura Popular Canaria 1996


En la parranda el timple manda. Así reza un popular adagio que suele entonarse en los intermedios de las isas canarias y que hace referencia a la importancia de nuestro - sin duda - más representativo instrumento tradicional presente siempre en el corazón de los canarios y protagonista en los últimos años de un auge singular con las incorporaciones de nuevas técnicas y propuestas estéticas al adentrarse en vericuetos interpretativos tan audaces como el jazz o la música clásica.
Poco se ha escrito sobre los orígenes del timple, que precisa de un estudio serio y profundo que esclarezca la historia y desarrollo organológico de nuestro más celebrado instrumento. Sirvan estas páginas como una propuesta para establecer algunas hipótesis de trabajo que ayuden a futuras investigaciones sobre la historia de nuestro pequeño-gran instrumento, al tiempo que acerquen al lector claves para la comprensión y conocimiento de las raíces y parentescos del timple.
La idea de una procedencia aborigen no deja de ser una tentación a la hora de establecer una genealogía prehispánica a nuestro querido timplillo. Sin embargo, las fuentes documentales - escasas pero significativas - apuntan a un complejo organológico muy simple, basado en el batir de palmas, la utilización de gánigos o vasijas de barro Ilenas de pequeñas piedras y litófonos o piedras percutidas como rudimentarios utensilios musicales, que conformaron el universo instrumental de los primitivos habitantes de estas islas. Desde esta concepción de la cultura musical y material de nuestros antepasados isleños, el timple se nos presenta como un elemento de gran complejidad, tanto en su construcción como en su ejecución, que nos apunta a una segura incorporación del mismo en la población canaria después del proceso de conquista y colonización del Archipiélago.
Aun teniendo en cuenta las citadas premisas, la posibilidad de un origen bereber - aunque no prehispánico - no es desdeñada por algunos autores. El abultamiento posterior del timple - lo que le ha hecho que también se le conozca como "camellito" - se observa en un instrumento citado por Lothar Siemens, que existe desde Mauritania a Guinea, por la zona atlántica y adentrándonos hacia el interior por las repúblicas de Mali y Níger, de mango estrecho y con caja de resonancia muy similar a la del timple. Probablemente, el pequeño instrumento al que hace referencia Siemens sea el Kouco, un cordófono de cinco cuerdas - como nuestro timple -, dos de las cuales - afinadas a una distancia de una quinta -, tocan la melodía, mientras las otras tres, afinadas a octavas con respecto a la primeras cuerdas, sirven de acompañamiento.
Todas las referencias apuntan a que los primeros constructores de timples aparecen en Lanzarote, - la primera isla en ser conquistada - y más concretamente en la Villa de Teguise, que Maciot de Bethencourt fundara en la antigua Gran Aldea de Acatife como primera capital de la antigua Titerroygatra. La cercanía de la misma al continente africano y la presencia inicial de aborígenes cristianizados que convivieron con esclavos bereberes cautivados por los normandos para colonizar y trabajar las tierras son elementos históricos que parecen apoyar esta hipótesis.